Se acercó despacio a mi mesa y dudó un poco antes de hacer la pregunta.
Y con una fina voz, dijo algo que con dificultad escuché, me pidió que le regalara el arito de mi Coca-Cola Light.
El mesero que se encontraba atento a la intromision que la mujer había hecho, también hizo su intervención.
Preguntó a la mujer para que quería los aritos de aluminio.
- Los recolecto - le contestó la muchachita con una voz cada vez mas delgada, casi imperceptible.
El mesero se aventuró a hacer una segunda y atrevida pregunta.
- Para que las junta?, Lo que pasa es que un amigo me dijo que juntara los aritos de las latas de aluminio. No me dijo para que. Y él... ya murió.
Se hizo un silencio entre la mujer y el mesero, entre mi acompañante y yo.
La señorita que me había aceptado la invitación a comer, había escogido la mesa que se encontraba situada cerca de la ventana.
Y cuando le presentaron el menú en la mesa, tardó un poco en decidirse por la comida que iba a ordenar.
Cuando me dijo lo que iba a pedir de comer, sentí que debía acompañarla con el mismo platillo, mas que nada porque es nuestra comida favorita.
El mesero se acercó con la bandeja y colocó las bebidas y luego la ensalada. Antes de que pudiera dar el primer bocado, mi acompañante siguió con la mirada a una mujer delgada aproximarse a nuestra mesa.
Ella vió que la mujer preguntó algo que solo yo pude oir. También vió que el mesero se acercaba a nuestra mesa para intervenir.
Ella y yo escuchabamos atentos a la conversación que acababa de surgir y yo empezé a sentir una especie de cosquilleo en el estomago, esa sensación de que algo extraño va a ocurrir.
Tras las últimas palabras del mesero se hizo un silencio entre mi acompañante y yo, entre el mesero y la mujer.
- Si juntas un kilo de aritos de aluminio te regalan una silla de ruedas - dijo la mujer con voz un poco aterradora.
El mesero se retiró pero dijo que volvía enseguida. Así lo hizo y en sus manos cargaba bolsas grandes con aritos de aluminio.
Siguieron platicando, pero lo demás no es importante.
Cuando mi acompañante llegó a su casa le contó a su madre lo que había visto, y luego su madre se lo contó a su estilista.
La estilista ahora colecciona aritos de latas de aluminio, y mi acompañante ahora es una mujer callada espera nunca necesitar una silla de ruedas.
2 comentarios:
ay cab... en verdad perturbador :S
@crossfox: perturbador, en efecto, y si pasó, falto agregar que ella ya no va a esos lugares, dificilmente sale a la calle
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