Habría sido una inquietante excursión en la inmensidad del oceano.
Aquellos que habían adquirido su boleto de primera clase, para disfrutar de ubicación especial y cómoda, resultaron molestos.
345 copas de cristal cayeron al piso rompiendose al instante.
Un plateado río de champagne recorrió el enorme Hall.
Los elegantes candiles que colgaban del techo se desprendieron en un estruendo, dejando todo en completa oscuridad.
Los gritos de desesperación se empezaron a oír.
El río de plata tomó una tonalidad roja.
Y la madera tan elegantemente colocada como duela en el piso, quedó destrozada por manos de quienes querían conservar la vida.
Cuando el enorme salón se llenó de agua, los gritos se apagaron.
Y desde lo lejos de la inmensidad del universo alguien callaba, observaba y se regocijaba.
Tan pronto como el gigante de acero tocó el fondo, los esqueletos de otros barcos olvidados por el azar rugieron a manera de saludo.
Toda la primera clase, agolpandose tras una larga fila. Ingresó sin problema alguno al reino de los cielos. No por nada el carísimo boleto.
2 comentarios:
la primera clase tiene todo asegurado... bonito relato!
No inventes esta buenissisisisimo! me late... me late...
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